Mircroalgas: en duda con la seducción

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Un altísimo potencial nutritivo, un proceso productivo sostenible y beneficios para la economía y salud de las comunidades hacen de las microalgas un componente ‘apetitoso’ para la industria global de alimentos y bebidas, pero no necesariamente para los consumidores de la región.


Por siglos, los pobladores del este asiático han hecho de las algas un infaltable en su dieta y más de 700 especies comestibles dan fe de ello. Su popularidad en el mundo va en ascenso desde la internacionalización de la cocina asiática; pero lejos del sushi, la industria de las microalgas se impulsa en la actualidad por un desarrollo biotecnológico sin precedentes e información antes desconocida por los consumidores.

¿Qué hace tan especial este alimento que emana del agua y es capaz de crecer en los entornos más adversos? Aunque parezca pretenciosa, la respuesta es sencilla: es saludable y tiene el potencial de acabar con la desnutrición e, incluso, la hambruna mundial.

Como cualquier otro alimento acuático, las microalgas son ricas en fibras dietéticas, micronutrientes y compuestos bioactivos. Para vegetarianos y veganos se han convertido en un sustituto ideal de la proteína animal; para personas obesas y con diabetes funcionan como aditivos alimentarios que mejoran la salud intestinal; y para comunidades de bajos ingresos son suplementos dietarios y fuente de ingresos.

Producto integral, producción sostenible

Pero esos no son los únicos beneficios de este ‘superalimento’ que está ganando terreno también en occidente. De acuerdo con Luis Carlos Montenegro, PhD en ciencias agropecuarias y coordinador del Laboratorio de Cultivo de Algas de la Universidad Nacional de Colombia, hay tres factores clave que hacen atractivas a las microalgas en la industria alimenticia:

Es un alimento natural que se puede producir sin químicos ni insecticidas, lo que hace de su producción un proceso limpio. Además, para cultivarlas tan solo es necesario disponer de un terreno con agua a manera de piscina, lo cual evita el daño de bosques y suelos fértiles.

La mayoría de especies se caracterizan por tener un alto porcentaje de proteína. “Por ejemplo, el 70 % del peso de la Espirulina puede ser proteína de alta calidad”, puntualiza Montenegro. Además son una fuente deseable de carbohidratos, lípidos, antioxidantes, vitaminas y aceites como el Omega 3 y 6.

Su proceso productivo es amigable con el medio ambiente y con un consumo de agua significativamente menor al requerido para riego de cultivos tradicionales. Además, su gran capacidad para capturar C02, las hace idealespara reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Sin duda, esta última es una de sus cualidades más notables. “El cultivo de algas es de ciclo cerrado y acorde a los principios de la economía circular. Todos los recursos se pueden reutilizar”, puntualiza el científico.

Consumo e industria: ¿A paso lento?

No obstante los beneficios que representan las microalgas, la transición para incorporarlas a los hábitos alimentarios de cualquier población es aún un largo camino por recorrer. De acuerdo con el informe Algas y microalgas: una visión general para liberar su potencial en el desarrollo de la acuicultura mundial, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, en 2021, aunque su consumo se ha popularizado en nichos específicos, integrar estas plantas en la industria de alimentos y bebidas es un ejercicio incipiente.

Según explica el organismo, la demanda del mercado es una fuerza motriz clave para desarrollar aplicaciones alimentarias a partir de microalgas, pero los gustos de los consumidores y su reticencia a un nuevo sabor, casi exótico, es un impedimento de peso para dinamizar su economía.

En Europa, por ejemplo, donde los consumidores tienen mayor apertura a este tipo de productos, anualmente tan solo se producen 7.000 toneladas de algas para consumo humano. En parte, esto responde también a las estrictas regulaciones para considerar a un alga comestible, pero también da una idea clara de los retos venideros en esta materia para la industria en países de América Latina donde apenas se empiezan a conocer dos de las más de 700 especies: la Espirulina y Chrolella.

“En Colombia, por ejemplo, hay grandes esfuerzos por dar a conocer los productos. Pero entrar a una cultura con un alimento desconocido no es fácil. Aunque sea una proteína mucho más pura y saludable, no podemos simplemente cambiarle a un consumidor una porción de carne de 200 gramos por 50 gramos de un polvo verde” comenta el profesor Montenegro.

Proyección de un complemento dietario por excelencia

Precisamente esos desafíos en el consumo han hecho de microalgas como la Espirulina y la Chrolella unos de los suplementos dietarios más apetecidos por un grupo de consumidores conscientes en países de América Latina. Su comercialización se hace usualmente en dos presentaciones: polvo para integrar a preparaciones como sopas y batidos; y cápsulas comprimidos para consumo directo como fuente de vitaminas y antioxidantes. Algunas empresas que empiezan a incursionar en la industria están sacando al mercado bebidas funcionales, barras energéticas, galletas e, incluso, cervezas, cuyo ingrediente activo son las microalgas.

Muy seguramente, la integración de microalgas en los sistemas alimentarios mundiales será un asunto –si bien no prioritario– de especial importancia para gobiernos locales y nacionales. Comunidades enteras que sufren de pobreza y hambruna podrían beneficiarse no solo de su potencial nutritivo, sino también del económico, pues su cultivo es sostenible, sencillo y fácilmente financiable.

A modo de ver de la FAO, para esto será necesario que los gobiernos prioricen las algas en la planificación del desarrollo y, por ejemplo, las empiecen a concebir como fuentes de energía alternativa y sustituto real de productos agrícolas con procesos de producción cuestionados –como el aceite de palma y la soya–. De igual manera, deberán proveer a la industria con beneficios e información clara sobre el potencial del mercado de alimentos a base de algas y otorgar estímulos para el aprovechamiento de suelos deficientes o áridos –como los del norte de México, la Guajira o la Orinoquía– en el cultivo a gran escalade estos organismos.

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