
El sector alimentario, desde décadas atrás, se focalizó en el cumplimiento de exiÂgencias legales y estándares internacionales que rigen la seguridad e inocuidad alimentaÂria. Una de ellas, y la que constituye una base sólida de la pirámide de la inocuidad, es el Codex Alimentarius, que orienta lineamientos generales para el cuidado e higiene de los manipuladores de alimentos y condiciones óptimas de infraestructura, entre otros.
Estos estándares permitieron a las empresas de alimentos estar preparadas de alguna maÂnera para afrontar rápidamente las nuevas exiÂgencias de higiene para prevenir los contagios que presentaba la pandemia y que su personal estaba expuesto a contraerlo, de modo que para fortalecer la protección tuvieron que reaÂlizar muchos ajustes a su operación: cambios en la planificación de producción, turnos de trabajo, reducción de grupos de trabajo, adÂquisición de materiales de protección y hasta producción de propios suministros ante la escasez presentada, entre ellos los barbijos y la clásica práctica del lavado de manos.
Estas prácticas, que constituyen la base sólida, se ven acompañadas por demás gestiones especializaÂdas que fortalecen dicha pirámide, una de ellas, la ISO 22000, que con su nueva versión, desde 2018, trajo consigo un cambio imporÂtante, el pensamiento basado en riesgos y un marco global en la que se vería expuesta la gestión de la inocuidad, lo que permitió a los altos directivos fortalecer el conocimiento de expectativas y necesidades de las partes intereÂsadas que participan en su entorno, desde los factores externos hasta los factores internos.
Este es un hito que quedará marcado en la historia, sirviendo como punto de partida y reiniÂcio de las gestiones al nuevo entorno VUCA (sigla que responÂden al acrónimo de volatilidad (volatility), incertidumbre (uncerÂtainty), complejidad (complexity) y ambigí¼edad (ambiguity). Es aquí donde se tendrán que realiÂzar nuevamente cuestionamientos que resultarán en estrategias en el corto, mediano y largo plazo. Uno de los factores a cuestionarse será la gestión del conocimiento, una herramienta para que las orÂganizaciones puedan captar las experiencias y lecciones aprendiÂdas y plantear nuevos esquemas, considerando el cambio presenÂtando en aspectos relacionados con: clientes, mercado, pedidos, entregas, proveedores, tendencias, nuevas regulaÂciones en el sector, el avance increíblemente rápido de las tecnologías, el aprendizaje y transmisión de información, las competencias del recurso humano y nuevas limitaciones propias del efecto que deja el COVID-19.
Los cambios han producido en las organizaciones nuevos conocimientos tácitos, que constituyen una riqueza intangible, pero, a la vez, un importante reto para los profesionales, quienes deben construir un entorno que permita la transmisión y permanencia de estos conocimientos.
Para afrontar este reto, las organizaciones podrán valerse del Ciclo de la Inteligencia, iniciando con:
- Identificación de las necesidades de conocimiento sobre amenazas, riesgos y/o las oportunidades que plantea el entorno, incluidos aspectos operacionaÂles concretos relacionados con los procesos directiÂvos de la organización.
- Análisis de la información; el objetivo de la gestión del conocimiento es dar valor, por tanto, más allá de generar o recopilar datos, se deberán evaluar e interpretar los mismos, marcando así novedades, necesidades, nuevas tendencias o métodos, por citar algunos.
- Completar el ciclo realizando la distribución de este conocimiento, el mismo que genera el valor en la Alta Dirección para una toma decisión más acertada y cercana al entorno en el que se desenvuelve. Solo transmitiendo las recomendaciones de la etapa anÂterior, estaremos confirmando que se ha cumplido el ciclo de la inteligencia.
Este nuevo modelo denominado "Círculo virtuoso del Conocimiento" o "Conocimiento en espiral" será el que genere mayor interacción entre los empleaÂdos de las organizaciones, que gracias a su alcance transversal, permitirá mantenerse en el tiempo y fortalecer la cultura de aprendizaje.
Esta gestión del conocimiento podrá integrarse en la gestión organizacional y será especialmente senÂcilla en aquellas que tengan sistemas de gestión ya implementados, donde la estructura de alto nivel que proporcionan estos estándares hacen más flexibles su integración, y el entorno que se genere llevará del conocimiento tácito a un conocimiento explícito.
Finalmente, comparto la siguiente reflexión: una organización que aprende es justamente aquella que es capaz de crear, adquirir y transferir conociÂmientos, modificando así su comportamiento futuro (Schein, 1992).